Por la mañana, muy temprano (16 de agosto), reunidas las
Cofradías con las autoridades, van los sargentos y música de la de Nuestra
Señora en busca del Sacerdote, que ha de celebrar la Misa rezada, y marchan
todos a la erminta de la Soledad.
Mientras desayuna el Sacerdote, se organiza la marcha
con dirección a la Plaza Mayor: preceden las músicas, siguen las Cofradías y
autoridades y, por último, el público con ramos de pino (pinochos) a honra y
gloria de Nuestra Señora.
Tocan las músicas paso de ataque y comienza la pelea
de los hombres en esta forma; en cada bando un Cofrade lleva la rodela o escudo
y los demás combatientes van agarrados los dos primeros a él y los demás uno a
otro formando ala y con el sable desenvainado: dan varias vueltas alrededor de
la plaza y llegan a encontrarse por tres veces; juntan entonces las rodelas,
las levantan sobre la cabeza y cada cual descarga sablazos a granel sobre su
adversario defendido por la rodela, quedando la victoria por los casados (que
son los Cofrades de Nuestra Señora), que echan los sombreros al alto con gran
alegría.
Van en busca de las mujeres de los respectivos bandos
los que llevan las rodelas y entran a la iglesia, primero las casadas y después
las solteras, llevando las capitanas sus banderas en un pinocho, al salir,
colocadas todas en orden de batalla, revolotean sus banderas las capitanas,
saludando con un sombrero.
Vuelve a sonar el paso de ataque, y después de dar
algunas vueltas los dos bandos, encuéntranse por tres veces: juntan las rodelas
los dos jefes, y, levantadas en alto, descargan sobre ellas fuertes pinochazos
las mujeres de ambos lados, triunfando, por fin, casados y casadas.
Fotos Álvaro Sanz. 2013
Desechos los ejércitos, comienzan las mujeres a
repartir pinochazos a los hombres, que huyen de un lado para otro para librarse
de la persecución, pero, al fin, se dejan dar y reciben un pinochazo y un de hoy en un año, a que contestan
gracias, y así termina la Pinochada. (
